El maltrato animal institucionalizado
El Parlamento de Cataluña (España) ha aprobado a trámite la abolición de las corridas de toros. Gracias a un estrecho margen de votos, se procederá a debatir en los próximos días la pertinencia de ilegalizar las corridas taurinas en territorio catalán.
No nos interesa demostrar aquí las motivaciones nacionalistas que se esconden tras la pose antitaurina adoptada por gran parte de los diputados catalanes. Lo importantes es señalar que la abolición de la fiesta taurina constituye un ejercicio de civismo y, por qué no decirlo, humanidad.
Algunos parlamentarios protaurinos han lamentado la aprobación de este proyecto argumentando ideas tan peregrinas como que no se debe prohibir nada en aras de la libertad, o bien que la tradición taurina se remonta a cuatro siglos atrás, o que es incongruente comer carne a la vez que se está contra la fiesta de los toros. Sandeces.
En primer lugar, hay que decir que no debemos hacer todo lo que podemos hacer, es decir, la libertad no puede degenerar en libertinaje. Asimismo, no cabe defender una costumbre en virtud de su arraigo en el pueblo, pues el maltrato a las mujeres también es una tradición ancestral.
Por último, conviene distinguir el antitaurinismo del vegetarianismo. Una cosa es comer carne como animales omnívoros que somos; y otra muy distinta, hacer de un acto de crueldad un espectáculo público.
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